viernes, 20 de marzo de 2015

EL MAESTRO IGNORANTE: EL QUE QUIERE PUEDE

[FUENTE: https://carlosmagro.wordpress.com/2015/01/13/el-maestro-ignorante-el-que-quiere-puede/?utm_content=buffere4c80&utm_medium=social&utm_source=facebook.com&utm_campaign=buffer]

“Hace falta una educación que enseñe sin querer enseñar”, afirmaba recientemente en una entrevista el escritor italiano Claudio Magris. “La educación sería más fácil si no creyera estar llena de respuestas… La educación no debe consistir tanto en llenarnos de certezas como en orientar y alimentar nuestras búsquedas. Nada debería ser definitivo, todo debería estar en discusión”, sostiene, por su parte, el colombiano William Ospina en su colección de ensayos “La lámpara mágica”.
Los dos nos recuerdan inmediatamente al pedagogo francés Jacques Jacotot y su método de la Enseñanza Universal. La frase de Magris nos trae a la memoria el  “se puede enseñar lo que no se sabe”, recordándonos la experiencia de este maestro francés exiliado que enseñó a sus alumnos sin explicarles nada y que les mostró su capacidad de aprender por sí mismos. Y lo hizo, tan solo, invitándoles a usar su inteligencia, “alimentando sus búsquedas”, como señala Ospina. Sin necesidad de explicaciones, ni de respuestas, ni de certezas.
Podríamos reescribir a Magris y a Ospina diciendo que un maestro no tiene que ser necesariamente alguien que sabe, sino alguien que quiere que sus alumnos aprendan e insistir, como dejó escrito Cesare Pavese en el Oficio de vivir, en que las lecciones no se dan, se toman.
Promising waters, Mila Teshaieva - Inspirations for RVM#10
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“En 1818, la casualidad hizo que un maestro francés exiliado descubriera que se podía enseñar lo que no sabía”, nos dice Jacques Rancière en el Maestro ignorante (1985). Jacotot bautizó su método como la Enseñanza Universal. “Creo que Dios ha creado el alma humana capaz de instruirse sola y sin maestro. Hace falta aprender algo y relacionar todo el resto con eso, según este principio: Todos los hombres tienen una inteligencia igual. Aquel que no se cree capaz de enseñar lo que no sabe a su hijo aún no me ha comprendido.” (La enseñanza Universal. La Lengua materna)
Lo que sucedió fue fruto del azar. Lo que ocurrió fue la consecuencia de una situación concreta, de un contexto que hizo imposible que Jacotot pudiera aplicar la pedagogía tradicional, el método que normalmente utilizaba con sus alumnos.
Jacotot era un maestro progresista, un hijo de la Ilustración y la Revolución. Estaba lejos de ser el típico “maestro obtuso que llena la cabeza de sus alumnos de conocimientos indigestos, ni el ser maléfico que utiliza la doble verdad para garantizar su poder y el orden social” (Rancière. p. 9). Hasta ese momento, “había creído lo que creían todos los profesores concienzudos: que gran tarea del maestro es transmitir sus conocimientos a sus discípulos para elevarlos gradualmente hacia su propia ciencia. Sabía como ellos que no se trataba de atiborrar a los alumnos de conocimientos, ni de hacérselos repetir como loros, pero sabía también que es necesario evitar esos caminos del azar donde se pierden los espíritus todavía incapaces de distinguir lo esencial de lo accesorio y el principio de la consecuencia.” (Rancière. p. 6). Sabía que lo “esencial del maestro era explicar, poner en evidencia los elementos simples de los conocimientos y hacer concordar su simplicidad de principio con la simplicidad de hecho que caracteriza a los espíritus jóvenes e ignorantes. Enseñar era, al mismo tiempo, transmitir conocimientos y formar los espíritus, conduciéndolos, según un orden progresivo, de lo más simple a lo más complejo.” (Rancière. p 7)
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Pero la vuelta al trono de los Borbones en Francia hizo que Jacotot tuviera que exiliarse a Flandes y el exilio le llevó a tener que explicar literatura francesa a un grupo de alumnos flamencos en Lovaina que solo hablaban neerlandés y desconocían por completo el francés. Él, por su parte, no sabía nada de neerlandés. Se percató entonces de la dificultad de su tarea. Se dio cuenta de que no podía hacer como los otros maestros o como él mismo había hecho siempre. El que sus alumnos no entendieran el francés y que él no supiera hablar en flamenco impedía que pudiera explicarles nada y por tanto le inhabilitaba como maestro. Ni siquiera podía actuar “a la manera de estos pedagogos reformadores que, como el preceptor del Emilio, extravían a sus alumnos para guiarlos mejor y balizan con astucia un recorrido de obstáculos que es necesario aprender a cruzar por uno mismo.” (Rancière. p. 10).
El azar desafiaba así su larga experiencia y ponía en cuestión la base de todas las pedagogías: la explicación. Sin un lenguaje común no había manera de explicar porque no había manera de hacerse comprender. Lo que impedía de hecho toda pedagogía. Si Jacotot tenía aún una función que desempeñar como maestro ésta no podía basarse en explicar a sus alumnos sus conocimientos. “La necesidad le obligó a dejar enteramente fuera del juego su inteligencia, esa inteligencia mediadora del maestro que conecta la inteligencia que está grabada en las palabras escritas con la inteligencia del aprendiz. Y, al mismo tiempo, había suprimido esa distancia imaginaria que es el principio del atontamiento pedagógico.” (Rancière. p.10).
La solución que encontró fue providencial. Recurrió a una edición bilingüe francés-neerlandés del Telémaco de Fenelón (un texto usado por entonces para la enseñanza de lenguas) y pidió a sus alumnos, por medio de un traductor, que se aprendieran el libro de memoria y escribieran un resumen con la ayuda de la traducción. Jacotot se sorprendió cuando al cabo de un tiempo descubrió que sus alumnos habían aprendido a hablar y a escribir en francés sin necesidad de sus explicaciones. “Aprendieron solos y sin maestro explicador”, dice Rancière. Aprendieron de manera autónoma. Nada sabemos, eso sí, de cómo lo hizo cada uno. Nada sabemos del proceso que cada alumno siguió aunque Jacotot convirtió el azar en un método de aprendizaje (La Enseñanza Universal. La lengua Materna).
Cornell Capa-    Winchester College England (1951)
Cornell Capa- Winchester College England (1951)
El resultado, sorprendente, es que al cabo de unas semanas todos habían aprendido francés. La inteligencia que les hizo aprender el francés era la misma con la que aprendieron la lengua materna: observando y reteniendo, repitiendo y comprobando, relacionando lo que pretendían conocer con lo que ya conocían, haciendo y reflexionando en lo que habían hecho. Hicieron lo que no se debe hacer, como hacen los niños, ir a ciegas, adivinando.” (Rancière. p.10)
¿Para qué sirven entonces las explicaciones?, ¿Para qué sirven si se puede aprender sin ellas?, se pregunta Rancière en el prólogo al libro de Jacotot (La enseñanza Universal. La lengua Materna). Y su respuesta es contundente: “las explicaciones no sirven para enseñar al alumno lo que no podría aprender sin ellas; sirven para enseñarle que no podría aprender sin ellas, sirve para enseñarle su propia incapacidad.” (Rancière. Prólogo Lengua Materna. p. 13).  “El arte de la pedagogía es el de reproducir indefinidamente la distancia, es decir, la desigualdad, que pretende suprimir”, (Rancière. Prólogo Lengua Materna. p. 14) . Explicar algo a alguien es demostrarle que no puede entenderlo por él mismo.
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Jacotot había roto, sin querer, “con la lógica de la pedagogía que buscaba acortar la brecha entre el que sabe y el que no sabe mediante la transferencia de conocimiento, bien a través de la explicación bien a través del método socrático.“ Había roto, insistimos, la lógica de todas las pedagogías. Había acabado con el mito de la pedagogía, un mito que divide al mundo en dos, los sabios y los ignorantes. “Explicar alguna cosa a alguien, es primero demostrarle que no puede comprenderla por sí mismo.” (Rancière. p.8).
Con el nuevo método no había habido transferencia de conocimiento. Nada había transmitido Jacotot a sus alumnos de sus conocimientos previos. Aprendieron solos, de manera autónoma pero eso no quiere decir que aprendieran sin maestro. Jacotot, de hecho, no cuestiona en ningún momento la necesidad del maestro. Él mismo es un maestro. No pone en cuestión su papel. Sin maestro, señala Jacotot nada hubieran aprendido. Sin alguien que les dejara a solas con el texto, nunca hubieran aprendido francés. Jacotot fue necesario. El maestro fue necesario. Al menos para decir a sus alumnos que podían hacerlo, que podían aprender solos. Al menos para darles el impulso inicial. Para empujarles a interpretar por sí mismos el texto que tenían delante. Pero su papel ya no tenía que ver con dar acceso al conocimiento que él poseía. Sólo había apoyado la voluntad de sus alumnos. “El educador todavía está allí, pero no como explicador, no como una inteligencia superior, sino como una voluntad, como alguien que exige esfuerzo del estudiante y verifica que ese esfuerzo se haya realizado” (Gert Biesa. Aprendiz, estudiante, hablante. 2011). “El maestro se convierte en el formador de una personalidad, en el forjador de un carácter inclinado a la reflexión y a la autonomía del pensamiento, en el guía que le permite al alumno tomar el camino hacia la emancipación de su inteligencia.” (Laura Adriana Hernández). De hecho, Jacotot pronto se atrevió a enseñar cosas que no sabía y a enunciar su propuesta más interesante: se puede enseñar lo que no se sabe. Se puede ser un maestro ignorante. Su método de la libertad era un método de la voluntad. El que quiere puede.
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“Esta experiencia pedagógica llevaba así a una ruptura con la lógica de todas las pedagogías. La práctica de los pedagogos se sustenta sobre la oposición entre la ciencia y la ignorancia. Los pedagogos se distinguen por los medios elegidos para convertir en sabio al ignorante: métodos duros o blandos, tradicionales o modernos, pasivos o activos, de los cuales se puede comparar el rendimiento. Desde este punto de vista, se podría, en un primer enfoque, comparar la rapidez de los alumnos de Jacotot con la lentitud de los métodos tradicionales. Pero, en realidad, no había nada que comparar. La confrontación de los métodos supone un acuerdo mínimo sobre los fines del acto pedagógico: transmitir los conocimientos del maestro al alumno. Ahora bien Jacotot no había transmitido nada. No había utilizado ningún método. El método era puramente el del alumno. Y aprender más o menos rápido el francés es, en sí mismo, una cosa de poca transcendencia. La comparación no se establecía ya entre métodos sino entre dos usos de la inteligencia y entre dos concepciones del orden intelectual.” (Rancière. p. 12)
Para Jacotot se trata tan solo de un nuevo método (Exposición razonada del método de la Enseñanza Universal de J. Jacotot. Madrid. 1849). Un método alejado de lo que hasta ese momento (y después) se había hecho. Pero tan solo es eso, un método. Y así lo explica en su libro: “Me propongo exponerles la marcha que es preciso seguir para adquirir conocimientos sin mucho esfuerzo y con economía de tiempo”. Para Rancière, por su parte, la experiencia de Jacotot es algo más. Había dejado de ser un maestro embrutecedor para convertirse en un maestro emancipador. Alguien que emancipa, nos da, “no la llave del saber, sino la conciencia de lo que puede una inteligencia cuando se considera igual a cualquier otra y considera cualquier otra como igual a la suya.” (Rancière. p. 25)
Taxista. París. 1954. Nico Jesse
Taxista. París. 1954. Nico Jesse
En todo caso, Jacotot inquietó al mundo académico de su época, nos dice Rancière, al afirmar que “una persona ignorante podría enseñar a otra ignorante lo que él mismo no sabía, proclamando la igualdad de las inteligencias y pidiendo la emancipación intelectual de las clases más bajas contra la sabiduría establecida.” No buscaba un fin último liberador. Su “radicalidad” consistió no en buscar la igualdad de las inteligencias por medio de la educación sino partir de ésta como premisa inicial de su pedagogía: “si he comenzado por dar a entender que supongo una inteligencia igual en todos los hombres, mi proyecto no es sostener esta tesis contra lo que sea.” (La enseñanza Universal. p.26).
Insistimos, para Jacotot su método es “solo” eso. No pretende ser, ni busca en ningún momento demostrar una teoría pedagógica. Es una experiencia. Es un hecho. Tan solo un método que funciona. “Sepan un libro y relacionen a él todos los otros”. Así de sencillo.
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El Maestro ignorante no es un libro de pedagogía. Es un libro sobre democracia, igualdad y educación.  Un libro que no cuestiona tanto el rol de la escuela, a pesar de considerar a la Instrucción pública como el “medio de igualar progresivamente la desigualdad” o “desigualar indefinidamente la igualdad”, como la deriva de nuestra sociedad que, haciendo de la igualdad un fin, refuerza la desigualdad. El Maestro ignorante es un libro sobre la emancipación intelectual. Es un libro que nos alerta sobre nuestra sociedad pedagogizada. Del peligro de vivir bajo una gran maquinaria de la explicación. Es una crítica a un mundo dominado por autoproclamados expertos que ignoran otros saberes, otros conocimientos y otras voces. Una sociedad dominada por “poderosos” que actúan como pedagogos para explicarnos lo que no sabemos. Un mundo dividido en dos. Los que tienen y los que no tienen. Los expertos y los legos. Los que saben y los que no saben.
Pero es un libro inspirador cuya lectura nos hace pensar inmediatamente en la escuela, en el rol de lo docentes y en nuestro papel como aprendices. Un libro que nos hace pensar en la Escuela Nueva, en John Dewey, en la Escuela de Summerhill, en la Escuela Freinet, en Maria Montessori. En las escuelas experimentales de los años 70s. Su lectura nos invita a dialogar con el Paulo Freire de la Pedagogía del oprimido y de la Pedagogía de la autonomía. Con las teorías de la desescolarización propuestas hace ahora 40 años por el círculo de Cuernavaca, el Centro Intercultural de Documentación (CIDOC), por gente como Iván Illich, Everett Reimer, Paul Goodman y John Holt.
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El maestro ignorante de Jacotot/Rancière nos recuerda, a pesar de las diferencias, las pedagogías progresistas de principios de siglo XX y también las pedagogías constructivistas y centradas en el alumno. Nos invita a leer la experiencia de Jacotot con la mirada de Jean Piaget (constructivismo) o de Jerome Bruner (Discovery Learning). A confrontarlo con la pedagogía crítica. A buscar puntos de encuentro con quienes empezaron a pensar en las pedagogías mediadas por lo digital como Seymour Papert (construccionismo) y Alan Kay. Y, sobre todo, es un libro que parece cobrar nueva vida en nuestro actual contexto digital. Un contexto y una cultura que han cuestionado la idea de autoridad, el quién y el cómo se produce y transmite el conocimiento. Qué nos ha hecho preguntarnos sobre el significado y el alcance del saber experto. Un contexto en el que se están constantemente redefiniendo los roles, rediseñando los procesos y los actores de la intermediación. Su lectura nos remite también a las pedagogía líquida. A las pedagogías participativas de Rheingold, a las pedagogías mínimamente invasivas de Sugata Mitra, a las escuelas libres, al homeschooling, al unschooling, al aprendizaje invisible, a la educación expandida, a las pedagogías del procomún. También, como bien dice mi amiga Vera Rexach al Michel Serres de Pulgarcita.  Y desde luego parece que puede ayudarnos a pensar en las pedagogías digitales.
El pasado 10 de diciembre presenté junto con mi amigo Esteban Romero Frías una comunicación titulada Le Maître ignorant en la sociedad digital: nuevos medios para la emancipación intelectual” en el marco del congreso “Políticas de la literatura. Un diálogo con Jacques Rancière”, organizado en la facultad de filosofía y letras de la Universidad de Granada.
El objetivo que nos propusimos al releer el Maestro ignorante era reflexionar sobre las implicaciones del planteamiento Rancière/Jacotot en el marco de la sociedad digital de nuestro tiempo. La pregunta que nos queremos hacer (el texto está aún sin escribir) es si Jacotot (o el Rancière del Maestro ignorante) nos ayuda a pensar mejor en las pedagogías que necesitamos para nuestro tiempo de redes y en nuestra sociedad en red. Si la objeción general que hace Ranciere, a través de Jacotot, de todas las pedagogías “tradicionales”, su cuestionamiento del concepto y del rol del experto, su apuesta por el aprendizaje autónomo no adquieren nuevas y enriquecedoras dimensiones en el contexto digital actual. ¿Podría ser el maestro emancipador una buena referencia para el nuevo paradigma digital?. ¿Hasta qué punto la lectura de Ranciere desde la perspectiva de la cultura digital nos puede ayudar a pensar en un nuevo modelo educativo?.
¿Quién no puede estar de acuerdo con el genial revolucionario exiliado cuando afirma que todos los hombres tienen la misma inteligencia y que la función de la educación es antes que nada emanciparlos?, se preguntaba Alejandro Piscitelli hace unos años. Quien no va a estar de acuerdo con la afirmación de que “la instrucción es como la libertad: no se da, se toma” (Exposición razonada del método de la Enseñanza Universal de J. Jacotot. Madrid. 1849) . Quién no puede estar de acuerdo con la idea de que la educación no consiste en confirmar una incapacidad sino a la inversa en forzar una capacidad que se ignora que se tiene. Quien no quiere estar de acuerdo con el principio que sustenta todo el método de Jacotot: el que quiere puede.

1 comentario:

  1. “Hace falta una educación que enseñe sin querer enseñar” "Nada debería ser definitivo" ¡¡me quedo con esas dos frases!!

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