lunes, 7 de abril de 2014

¿Internet nos hace más listos o más tontos?

Hasta hace poco se creía que Internet nos volvía más eficientes procesando información, pero menos capaces de profundizar en ella. Un nuevo libro lo desmiente y asegura que la clave para ganar en sabiduría está en dominar los buscadores. 

Analía Plaza [http://smoda.elpais.com/articulos/internet-te-hace-mas-listo-al-menos-mas-de-lo-que-crees/4687]

enjuto mojamuto
¿Qué está haciendo internet con nosotros? “En los 90 pensaba que iba a ser terrible para la civilización. Que no era buena idea que todo el mundo estuviera online. Que si cualquiera podía publicar, la red iba a ser un mar de basura”, responde, al otro lado del teléfono, Clive Thompson. El periodista (Canadá, 1968) especializado en tecnología es columnista en The New York Times y Wired y autor de Smarter than you think: how technology is changing our minds for the better, un libro que recupera uno de los viejos-nuevos debates sobre Internet. ¿Qué hace con nuestra mente? ¿Se carga nuestra memoria o la mejora? ¿Nos hace tontos o listos? ¿Nos distrae? ¿Nos satura de información? ¿Nos convierte en superficiales? ¿En antisociales? ¿En seres que se preocupan más de compartir la foto del desayuno que del desayuno en sí?

2008: Internet te hace más tonto (y encima te distrae)

Por situarnos, que la cuestión no es nueva. En 2008, el escritor estadounidense Nicholas Carr publicó un artículo, ¿Nos está haciendo Google estúpidos?, que derivó en el libro Superficiales: ¿qué está haciendo Internet con nuestras mentes? (aquí, un análisis con más puntos de vista). A Carr le costaba concentrarse. Internet, sus interrupciones y partículas de información (ese tweet, esa foto, ese enlace en ese texto) cambiaban la forma de funcionar de su cerebro. “La multitarea, instigada por el uso de Internet, nos aleja de formas de pensamiento que requieren reflexión, nos convierte en seres más eficientes procesando información pero menos capaces de profundizar en ella”. Seguro que si trabajas delante de un ordenador sabes lo que es ir de pestaña en pestaña, mirar una notificación, el mail, lo que dicen en Whatsapp, volver a empezar y hacer de todo menos trabajar.

Hoy es fácil caer en que Smarter Than you Think es la respuesta a aquella idea. “Estoy de acuerdo en el tema de la distracción (la ciencia también). Antes se creía que si hacías diez cosas a la vez en el ordenador eras muy productivo y el libro de Carr fue valioso porque alertó sobre ello. Y cuanto más hablo con estudiosos del tema, más veo que se trata de prestar atención a tu propia atención, de autocontrol”. Sin embargo, “hay aspectos en los que creo que está equivocado. Él es escritor y piensa que todo el pensamiento sucede dentro de tu cabeza. Y resolver problemas implica colaborar con otros. Que los intelectuales estén sentados solos pensando en su cuarto no significa que todos hagamos lo mismo”.

2014: Internet te hace más listo

Smarter Than You Think
explica a través de historias cómo a través de las redes sociales, apps, foros o buscadores, internet está conectado a nuestra mente, y lo está para bien. “Cada vez que escribía sobre una nueva tecnología, preguntaba a la gente: ¿qué haces con ello? Ya fueran teléfonos, cámaras o mensajería, eran creativos y encontraban soluciones. Cambié de opinión. Y los libros sobre que nos volvíamos estúpidos no se correspondían con la realidad que yo veía”.

Thompson explica tres cambios: la conexión de ideas (nuestro cerebro es bueno en dar contexto a los bits de información que recibimos en internet), la memoria extendida (igual que no te aprendes los teléfonos porque están en el móvil, dejas parte de tu memoria en otras herramientas, ya sea un disco duro o favoritos de Twitter) y la posibilidad infinita de publicación. Y, sobre todo, la era dorada que vivimos para enseñar a buscar con criterio: si cada vez hay más información, ¿por qué no aprender a bucear bien ese mar de contenido e identificar qué es válido y qué no? Su idea central es sencilla. ¿Quién es mejor, el humano o la máquina? Ninguno. Los dos trabajando juntos.

De cómo el postureo acabó con nuestras vidas
Cuando Beatriz Serrano, periodista, escribió De cómo el postureo acabará con nuestras vidas no esperaba que el texto fuera a ser viral. “Creo que sucedió porque conté algo que todo el mundo sabía y con lo que mucha gente se sintió identificada”, explica. “Era lo que veía a mi alrededor. Me sabía la vida de personas que no me interesaban. La vida de algunos amigos difería mucho de cuando les veía a través de Facebook a cuando me la contaban en persona. Y había una parte autobiográfica: muchas veces yo había compartido instantes cuquis para que la gente lo viera”.

Compartir nuestros desayunos y saberse los de otros, sean verdad o no, es lo que Thompson describe como conciencia del ambiente (ambient awareness) y uno de los términos que más ha calado en sus lectores. “Viene de la psicología. Describe el estar, constantemente, al tanto de otras personas. No de sus mensajes individuales, sino de cientos de ellos. Cuando sigues a alguien por Instagram, Twitter u otra red social, al principio parece trivial. En dos semanas empieza a emerger una imagen de su vida o de la vida que él tiene en su cabeza. Y un año después te has hecho un modelo mental de cómo es”. Es la conexión de puntos: entender el contexto a través de muchas pequeñas informaciones. “Es una herramienta poderosa para aprender del mundo. Antes no llamábamos a los amigos para decir '¡he leído esto!”. No informábamos de detalles absurdos, pero ahora podemos hacerlo”. ¿Algunos no valen para nada? Un principio dice que el 90% de cualquier cosa es basura y no es diferente en internet. ¿Nos vuelve narcisistas? “El miedo a que nos volvamos egocéntricos es antiguo. Con el walkman se pensó que las ciudades se llenarían de solitarios”, sostiene Thompson. ¿Nos distrae? Por lógica comercial a Facebook, Twitter y cía. les interesa distraerte para que pases tiempo y publiques en ellas, les des datos e ingresen por publicidad. Solución: controla tu uso y filtra la información que te interesa. Hablaremos más tarde sobre cómo hacerlo.

La conciencia de ambiente digital –cuyo problema es más el cotilleo que el egocentrismo– es el civismo moderno y su extensión da lugar desde al pensamiento colectivo (si has preguntado una duda en Facebook y has tenido respuesta, sabes de qué hablamos) hasta movimientos sociales (¿hace falta dar ejemplos?). “Lidiaremos con ello. Es como lo que los europeos vivieron cuando se mudaron a la ciudad”, continúa. “Si lees sus diarios, no estaban cómodos, sentían poca privacidad. Tuvieron que aprender a ignorar a la gente en la calle y a interactuar. Requirió años adecuarse al ambiente social y es parecido a lo que pasa ahora. ¡Pero fuimos a las ciudades porque eran prósperas! La gente era creativa, floreció el arte, el comercio, la cultura. Internet es como aquello, hoy”.


¿Confíamos demasiado en Google?
Thompson estaba en una cafetería cuando su mujer se acordó de una canción. “¿Quién era la cantante que la tocaba al piano?”, preguntó. Él sabía de quién hablaba y recordaba que esa misma cantante había hecho una versión en piano de Smells Like Teen Spirit. Tenía el nombre en la punta de la lengua. “Busca en Youtube: piano cover, Smells Like Teen Spirit”, le pidió. “¡Tori Amos!”, exclamó ella cuando vio los resultados. En 15 segundos habían solucionado la duda.

¿Te suena? Si te preocupa recurrir demasiado a Google (o a lo que tienes guardado en tu ordenador), ¡bienvenido! No eres el único. E Internet tampoco es muy diferente a lo que se planteaban filósofos como Sócrates cuando nació la escritura y empezamos a externalizar ideas. “Me preocupaba que mi memoria estuviera estropeándose”, responde. “Leí un experimento en el que preguntaban a gente mayor y joven cuántos teléfonos podían recordar. Los jóvenes habían perdido su capacidad de memorizarlos. ¿Era una metáfora? ¿Estaba mi conocimiento yéndose de mi cerebro a otro sitio? Cuanto más investigaba más veía que lo hemos hecho siempre. Somos malos recordando detalles, pero buenos dándoles sentido. Siempre hemos confiado en herramientas externas para guardar el conocimiento. Libros, papeles u otra gente. Incluso nuestro espacio físico: está la broma del científico que no puede trabajar porque alguien le ha ordenado la mesa. También es extensión de nuestra mente”.

Los que más han extendido su memoria son los lifeloggers, gente que registra todo lo que hace. Si tú buscas contenido en el email (un teléfono que te pasaron, la hora del vuelo que vas que coger), si recordaste tu 2013 con el 'year in review' de Facebook, también eres un poco lifelogger. ¿Sientes que Internet se ha quedado tu memoria? “No te preocupes mucho si no puedes recordar algo”, sugiere Thompson. “Por ejemplo, teléfonos. ¡Nadie es un apasionado de los números de teléfono! ¿Por qué debería preocuparte no saberlos? Si no recuerdas cosas por las que tienes pasión, es un problema. Pero si no recuerdas detalles sin sentido, no te preocupes. Eres normal”. En cualquier caso, la búsqueda en muchas herramientas es aún frágil: si no tienes la pista en la punta de la lengua para empezar (el 'piano cover smells like teen spirit'), no lo encuentras. Y así, explica el autor, es como nos haremos expertos en buscar.

Aprendiendo (y enseñando a tus hijos) a buscar en internet
“Enseñar a buscar en internet es una oportunidad para enseñar pensamiento crítico”, resume. Si recibimos 'conciencia ambiental' digital constante, la publicación es infinita y hay herramientas almacenando todo, el reto está en saber a) cómo funcionan esas herramientas, desde la lógica tras las notificaciones a por qué salen unos resultados y no otros y b) cómo diferenciar el contenido veraz. “La peor idea es la de los nativos digitales. Convenció a padres y profesores de que los niños aprenderían solos. Necesitas que te enseñen a buscar una biblioteca, ¿no? No es tan obvia de usar”. Internet tampoco. Un estudio analizó la habilidad de los universitarios en las búsquedas de Google. Se fiaban siempre del primer resultado. “No buscamos bien. Nadie nos ha enseñado, igual que los profesores nunca te mandaban a la biblioteca y te decían: explícame por qué este libro está mal. En una biblioteca de escuela no hay muchos libros sobre el mismo tema, pero ahora tienes más fuentes. Esos niños van a ser mejor que nosotros si aprenden formas de pensamiento crítico, pero no es fácil de enseñar”.

¿Por qué? En España, afirma Enrique Dans, profesor del Instituto de Empresa y autor sobre tecnología, “está la asignatura de informática en la que explican procesadores de textos, etc. y cómo navegar por internet. Enseñar a usar programas es absurdo, un niño sabe manejarse. Y la enseñanza de uso de la red se da desde un punto de vista proteccionista”. Como profesor (no de colegio, sino de MBA), “digo a mis alumnos: documentad este tema. Quiero que listéis las fuentes que habéis incluido. Enlaces. Y que entreguen los trabajos en su blog: así puedo ver en qué orden lo han publicado y qué alumno influencia más”.
Eso en los mayores. ¿En los niños? Thompson visitó colegios públicos y cuenta varias técnicas: que los alumnos escriban blogs, por sus efectos positivos (escribir y refinar la escritura sabiendo que alguien les lee) y porque al ver que sus posts aparecen en Google entienden que cualquier búsqueda puede devolver resultados... ¡escritos por otro niño como ellos! Otras, que escriban en Wikipedia (si no citan buenas referencias, saben que borrarán su aportación) o hagan 'live-research'. ¿Un trabajo sobre la Guerra Civil española? Vale, pero antes investiga qué móvil puedes comprarte con cien euros. “Cuando buscan sobre algo de su vida son más persistentes. No quieren gastar cien euros en un teléfono así que están motivados a trabajar mejor, consultar más fuentes, hablar con amigos, padres, profesores, leer artículos, darse cuenta de que hay críticas pagadas. Para enseñar pensamiento crítico tienes que enseñar a prestar atención y aplicarlo a otras cuestiones”.

Pero sus verdaderos héroes son los bibliotecarios. “En Estados Unidos y Canadá algunos tienen una hora libre con los alumnos y plantean: ¿qué es lo más importante que podemos dar? Cómo buscar en internet”. Su truco: enseñar a pensar como un periodista, que cuando oye algo lo contrasta con más fuentes. “Por fin empieza a darse en los colegios. Otro problema de los buscadores es que, como las redes sociales, son empresas. Una biblioteca está diseñada para que encuentres la respuesta. Los buscadores van a intentar venderte algo. No es un entorno de total confianza. El otro día enseñaba a mi hijo de seis años y vi que los anuncios de Google eran de un color más claro. La diferencia no es obvia para un niño. Los buscadores harán todo lo posible para que creas que son resultados reales. Las bibliotecas tienen un fin cívico, pero no va casi nadie. Ahora buscar y acceder al conocimiento es fácil. ¡Fantástico! Pero hay una lógica corporativa detrás y necesitas que la ciudadanía sea consciente. Eso empieza en la escuela”.

Dominar la búsqueda y ser crítico con los resultados (con cualquier cosa que nos llegue) es, decíamos, su idea central: humanos y máquinas son mejores trabajando juntos. Y si cada vez nos lo ponen más fácil - tras quince años entre nosotros, Google entiende mejor nuestra mente y refina sus respuestas - ¿cómo mantener la actividad sin caer en la pereza que, proclaman algunos, provoca que Internet nos lo dé todo hecho? ¿Cómo ser más listos cuando hay poderosas máquinas que dan las mejores respuestas?, se pregunta Thompson. Sencillo. Haz preguntas más difíciles.

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